miércoles, 28 de abril de 2010

La crónica

Hace un año, un 30 de abril llegue a la 2da edición de la Feria del Libro de Lima Norte. Tenía 22 años recién cumplidos y una alegría me invadía para ese momento. Me habían considerado entre las menciones honrosas del concurso de Crónicas de Lima Norte en donde el jurado fue el escritor Daniel Alarcón. Nunca pensé que entre todos los elegidos como menciones honrosas, yo haya sido considerado como el más importante, sobre todo por el tipo de historia que había elegido.

No quiero gastar su vista, la historia pueden leerla por medio de esta página.

Por ese motivo y porque realmente desde hacía tiempo “la debo” quería que todos aquellos que conocían de este reconocimiento puedan conocer si realmente me merecia dicho reconocimiento.
Aquí les presento la crónica original, tal y como la mande por correo a este concurso y donde gane a parte de aplausos, las ganas de continuar con esta maravillosa carrera que elegí.


A mis padres, profesores y amigos...
Con ustedes:

El terminal de Fiori

Un pasaje por el terminal donde el bullicio no cesa

El cono norte de Lima se caracteriza por ser uno de los lugares más poblados, en él, se encuentra uno de los terminales terrestres más famosos de la ciudad. Fiori, el punto de encuentro de buses, choferes, viajeros y una cantidad casi interminable de personajes que se confunden en un cuadro donde el principal objetivo es el viaje, vaya a saber Dios por qué razones, por las rutas del Perú.

El sol quema desesperadamente. Supuestamente es otoño y el frio al menos debería hacerse presente de a pocos, sin embargo, este parece retrasado. El sol sigue arriba, brillando y abrazando a todos los transeúntes y haciendo que de las pistas brote un vapor sofocante generando que los autos y sus ocupantes se aprecien desesperados; esperan que el embotellamiento de la tarde se apacigüe un instante tras los trabajos que se realizan en la misma vía.

Justamente entre los cruces de la avenida Tomas Valle y la popular Panamericana Norte hay un lugar donde el bullicio nunca cesa. Nunca falta luz, así sea de día o de noche. Colmado de tiendas, ambulantes, vendedores de periódicos y muchachas que brindan las llamadas a cincuenta céntimos. Este ambiente lleno de viajantes con su diversidad de equipaje es Fiori, uno de los terminales terrestres más famosos de la capital, el punto de apertura para el ansiado viaje por las rutas norteñas del país.

Babel.-
Ingresar a Fiori es llegar a un punto popular de Lima, diferente a lo que se ve en otros lugares de la capital, y a grandes terminales ubicados en el Centro de Lima o La Victoria. En este sitio que es una de los puntos característicos de Lima Norte parece para quien viene por primera vez un lugar distinto, cual misma Babel la diversidad de voces se confunde con el bullicio de los motores y genera la desesperación del visitante, pues es justamente al dar unos pasos por este lugar, que se aprecia cómo los encargados de pregonar el nombre de la empresa, el costo por asiento y el destino de viaje, conocidos como “jaladores”, intentan convencer al público de subir a aquellos buses que parecen arrancar para luego detenerse y continuar esperando.

Muchas de estas unidades se ven similares a las ya conocidas combis, puesto que en sus parabrisas delanteras colocan plegables que indican el lugar a donde se dirigen, CHICLAYO, TUMBES, PIURA, SAYAN, CHUCULACAS, MORROPON, entre otros, que con colores similares a los que mencionan conciertos de cumbia (que es la música que más se escucha en el lugar), buscan la atracción del viajante y como se sabe también agregar unos billetes más a su bolsillo. “¡A 20 soles!”, gritan el precio del pasaje en un viaje a la informalidad.

Cuando los gritos de los “jaladores” continua y el motor de los buses comienza a arrancar, algo sucede, muchos de estos personajes empiezan a correr hacia una de las puertas de ingreso y la desesperación por tener un viajante es excesivo, cuatro de los ya mencionados rodean a una familia acompañados de niños y sus maletas, hasta el punto de quitarles los maletines y llevarlos a sus respectivos buses lo que genera el reclamo de los dueños así como el llanto de unos niños que no comprenden qué ocurre en el entorno, ello apacigua un poco el bullicio y el reclamo.

Entre el trajín y paseo de los viajantes, buscando un bus cómodo donde viajar, se puede ver cómo de diversos taxis que llegan; se descargan aparte de maletines electrodomésticos como DVD´s, refrigeradores, televisores, así como juguetes en caja y productos vendidos al por mayor buscando un espacio en los pequeños compartimientos de carga.

Los Protagonistas.-
Aún el sol de la tarde quema el ambiente, el interior de los buses genera una sensación sofocante y, sus ocupantes, buscan desesperados un periódico, una gorra o algún elemento que genere al movimiento un poco de aire con el cual sobrevivir.

Hacerse pasar por vendedor para ser parte de este lugar no es fácil, colocarse una gorra, ropa descuidada y desteñida ni siquiera puede igualar a aquellos que prácticamente viven en Fiori, muchos de ellos con el rostro quemado, otros con rostro de molestia y muchos con el sudor marcado en su frente se convierten en los protagonistas de lo que parece una historia con capítulos diferentes.

Adquirir una bolsa de caramelos y subir a los buses, pregonar el costo del producto y buscar una moneda para recuperar lo gastado parecía que no duraría mucho, sin embargo este trabajo que se ve repetido en muchos lados, se aprecia durará toda una noche.

La búsqueda de clientes, alguien a quien se le ablande el corazón y extienda una moneda de diez céntimos para recibir los dulces de limón se ven interrumpidos de inmediato. El reclamo de un grupo de personas quienes señalan a un taxi-carga con un motor dentro para que sea trasladado al norte, no hay espacio en ningún auto, solo dos “jaladores” intentan convencerlo, el taxi-carga finalmente decide irse.

El intento de venta continua, pero se ve interrumpido de inmediato ante el constante seguimiento de una persona de gorra oscura y con botas que solo suenan al pasar por la pista de piedras chancadas por donde salen los autos. El nombre de este personaje es Roberto y es uno de los tres seguridades que impiden que cualquier ambulante ingrese al terminal; alto de tez morena y con dientes deformes busca que los demás le tengan temor, su traje es un chaleco de mayas negras, un polo y un pantalón camuflado como un reservista militar, su mirada no es fija, viaja a cada rincón del lugar a distancia y a cercanía, cualquiera que entra y busca vender es retirado solo con un vistazo penetrante. “Esto es una mier…, ya llevo cuatro años acá y siempre ha sido igual, no hay cambios, sobre todo los que quieren meterse a vender”, menciona y se retira para continuar su labor.

A medida que transcurre el tiempo, se aprecia cómo los controladores vigilan la lista de pasajeros que poseen, cuántos han subido y cuántos asientos están vacios mientras contabilizan la cantidad de billetes y los pasajes ya comprados, estos avisan a sus “jaladores”, los cuales siguen buscando como cazadores a las personas que llegan al lugar. Otra cosa que quizás un poco asusta es en el momento en que los muros tiemblan confundiendo a cualquiera con un temblor, pero solo es el arranque de los buses.

Entre las personas aparece una pequeña canasta cargada del famoso pop corn con chifles, unas bolsitas de maní dulce y habas saladas. Quien los vigila es un pequeño niño vestido con un polo amarillo casi gastado y un jean desteñido, sus sandalias son abandonadas para que sus pies pisen el suelo algo tibio, él se llama Elvis y espera a su madre quien ha ido a vender algunos productos dentro de los buses , “salgo del colegio y vengo para acá con mi mamá, me quedo hasta las 10 de la noche y de ahí hago mis tareas, todos los días es igual”, menciona mientras ve a la cantidad de vendedores que intentan acercarse a los buses.

Antes de retirarse menciona que vender caramelos no es nada ganable en Fiori, existe una posibilidad más fácil de ganar dinero, este es el trabajo de ´Manifiesto´, “subes a los buses y pides nombres y apellidos, de ahí cobras diez soles y te bajas, nada más”, termina.

Cuando uno se va.-
Comienza a bajar el sol pero los buses no dejan de hacer sonar sus motores, aún llega más gente con dirección al norte buscando el bus adecuado para viajar, los controladores se dan el tiempo para almorzar tras la llegada de una señora quien, junto a su hija, hacen su agosto vendiendo tamales, según ellas, traídos directamente del norte.

Un grito nuevamente suena y se repite la escena de los “jaladores” corriendo a un taxi de donde descienden un grupo de familiares con sus pertenencias. Sillas, mesas, incluso un módulo de computadora buscando un espacio en el ya repleto compartimiento de bus.

Tras casi 20 años luego de haber invadido aquel espacio que pertenecía en realidad al circuito vial de la Panamericana Norte, el numeroso grupo dentro de Fiori parece no querer abandonar dicho lugar, la construcción del mismo terminal, así como salas de espera de algunas unidades de transporte y tiendas lo acreditan.

Un bus de la empresa TRANSVIZA con placa VG 2428 retrocede y vuelve a avanzar, el “jalador” llama desesperado puesto que aún quedan ocho asientos libres, va directo a Sullana, Chiclayo, incluso tiene bus cama y baño incluido, algunas personas se animan a último minuto y suben, los que estaban comprando algún alimento para el trayecto trepan la puerta con bolsas de galletas o gaseosas, ¡Se va, se va!, grita el “jalador”. El sonido de un pito suena y el bus retrocede, dos policías de los cinco que se han contado en todo el terminal comienzan a hacer señas, el sol ya se oculta y las nubes comienzan a traspasar el cielo con dirección al este.

El bus se dirige hasta la parte trasera, el tiempo no da para más; ya es tarde y comienza a correr el bullicio de que vendrán más personas, las luces se encienden y el bus sale por la puerta trasera, da la vuelta hacia la avenida Tomas Valle para ingresar directamente a la Panamericana Norte con dirección hacia su destino.


Luego de ello nada se apacigua, Fiori no cambia, otro bus se estaciona en el mismo lugar donde estuvo el que se fue y nuevamente comienza el trajín de todos los días.
Fiori continúa siendo lo que lo caracteriza, un terminal en donde la bulla no deja de sonar.



Gracias...

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